llegoooooooooooooooo THOMAS OTT
Los sellos Loco Rabia y 2-D acaban de lanzar la edición argentina de Dark Country, una obra del maestro suizo Thomas Ott originalmente publicada en Alemania en 2013.
Dark Country es una adaptación al comic de una historia de Tab Murphy, llevada previamente al cine por Thomas Jane. A pedido del propio Jane, Ott hizo la adaptación sin ver la película. El resultado es sorprendente.
Primero hay que hablar de las miles de hendiduras. Para abordar la obra de Thomas Ott hay que hacer alusión a su técnica carte à gratter (“tarjeta de raspar”), a partir de la cual trabaja por sustracción raspando con una aguja o un cutter las cartulinas en yeso negro sobre las que plasma sus dibujos. Un modo de elaborar la imagen que modula perfectamente los motivos temáticos incisivos que obsesionan a este autor. En resumen: una figuración del mundo que aparece tensionado entre el suspense, lo incomprensible y el horror irremediable. De todo eso dan cuenta las historias contenidas en los tres volúmenes que Loco Rabia reedita por estos días: El número, Cinema Panópticum, y Dark Country (este último, un trabajo conjunto con Tab Murphy y Thomas Jane).
Alguna vez Thomas Ott contó que suele sumergirse en la burbuja musical de Mulholland Drive de Ángelo Badalamenti para darle un marco enrarecido a su propio proceso creativo. De esos momentos nacen sus dibujos híper expresivos, sus historias de carácter “silente” (no hay globos dialogales en sus obras), su modo de narración más bien clásica vertebrada a partir de un promedio de cuatro viñetas por página. Como aquel relato-caleidoscópico de Cinema Panópticum (historia matriz que organiza otras cinco microhistorias) donde una niña pasea por un parque de diversiones, ve demasiadas cosas que no debía ver y pierde la inocencia; o como cuando un hombre entra a un hotel desierto donde lo espera un desenlace pesadillesco digno de Kafka. De hecho, hay también una fuerte impronta kafkiana en su primera novela gráfica, El número, en la descripción de personajes insertos en una circularidad de la que no existe escapatoria. Un condenado a la silla eléctrica recibe un número escrito como si fuese un mensaje cifrado, un número casi profético (y críptico) que anticipa el desquicio e hilvana todo tipo de desventuras. Experto en generar atmósferas asfixiantes, Ott nos invita a procesar lo siniestro como una parte accesoria (y esencial) de lo fantástico. En sus cómics, todo eso que creemos familiar se vuelve amenazante.