Poguri manga unitario
Cuando el surrealismo y la inocencia se juntan, engendran un manga de los más curioso. Esos elementos debió mezclar Isami Nakagawa para dar vida a Poguri, un manga cuya esencia parece haber sido creada a través de los ojos de un niño, un universo donde los murciélagos chupan electricidad, los pájaros cocinan sushi y los camellos hacen sus madrigueras debajo de los árboles. De alguna manera, el trabajo de Nakagawa se asemeja inevitablemente a escenas del mítico manga creado por Yoshio Sawai, cuyo título representa de por sí una llamada al absurdo, Bobobōbo Bōbobo, con el que comparte situaciones disparatadas e incoherentes. También se asemeja a la estructura, al dibujo de trazo simple y a la reducción de la narrativa a un simple gag de Shunji Enomoto y su Respuesta de una inteligencia absurda. Y aunque tenga muchos elementos en común con estos mangas, mantiene una característica esencial que los demás mangas no disponen, un componente infantil. Esto significa: una muestra de curiosidad, un acercamiento desde la inocencia, un humor menos abstracto, un componente de ternura y un chorrazo de imaginación con elementos nada agresivos como en los otros mangas antes citados (las peleas de Bobobōbo Bōbobo o las muerte de Respuesta de una inteligencia absurda).