ELEkTRA ASESINA

 

Desde el punto de vista argumental Elektra Asesina no deja de ser otra aventura de la kuniochi más famosa de Marvel en la que se embarca en otro caso de espionaje, asesinatos remunerados, magnicidios y venganzas. La novedad radica por un lado en la manera tan particular que tiene Frank Miller de narrar la serie y por otro por la vorágine de experimentación visual que se marca un Bill Sienkiewicz totalmente desatado a los lápices. Este afán por experimentar con el medio e incluso por retar al lector toma forma ya desde el primer número, que supone una declaración de principios por parte de guionista y dibujante en la que la confusión, el exceso visual y lo atípico se dan la mano para que la obra «busque a su público». Esta primera entrega repleta de recuerdos y pensamientos de la protagonista aparentemente inconexos deja claro que con Elektra Asesina no vamos a leer un cómic más, sino que vamos a enfrentarnos a un trabajo rompedor, estructuralmente complejo y con un contexto, tono y mensaje que darán pie a una gran cantidad de interpretaciones de la serie a nivel global sobre todo si tenemos en cuenta que nos encontramos ante un cómic con una fuerte carga política que los dos autores tratan de acentuar sin que la misma solape en ningún momento la historia que están desarrollando, pero que convierte su labor en una visión bastante peculiar de lo que era la política de Estados Unidos durante la segunda mitad de la década de los 80 y que más tarde pasaremos a comentar.

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